sábado, 23 de enero de 2016

Cavilaciones de Lagartija

Cavilaciones de Lagartija (Autor)
sábado, 23 de enero de 2016

Mi artículo más impopular

La munición de un partido político son los votos de sus seguidores, y esos votos son su fortaleza. El mundo de la política es una guerra en la que se libran batallas, en ocasiones irrelevantes, en ocasiones cruentas.

En los últimos tiempos ha aparecido en España un enemigo feroz, sanguinario, que supone una amenaza para nuestro futuro de tal alcance, que si sus embistes triunfan nunca volveremos a ser lo que fuimos, lo que somos, y quizás ni siquiera vivamos para contarlo. La gran batalla para lograr la aniquilación del monstruo se libró el pasado 20 de diciembre y quien debía librarla y partirse el cobre con el feroz, era el propio presidente del gobierno. No otro estaba llamado al desafío, ya que probablemente los otros se mantendrían únicamente expectantes tal vez incluso colaboradores o cómplices con el enemigo. El drama es que mandamos a nuestro general a la batalla sin las armas precisas. Es más, le retiramos casi todo el armamento, sus votos, y le exigimos que nos trajera la cabeza del monstruo, enhiesta en el pico de su lanza.

Y no podía ser, y como no podía ser, no fue. Como todas las misiones imposibles. Nuestro general tenía en su arsenal diez millones de bombas para destruir al infausto, y con ese arsenal lo hubiera logrado. Sin duda. Pero el día D, a la hora de salir hacia el campo de batalla, se encontró con una diezma en su arsenal. Tres millones de votos habían huido; se fueron despacio, a hurtadillas. No fue un robo ni un hurto, sino una huida fruto de un arrebato emocional, unos, fruto de la decepción y el desengaño, otros. Y se fueron en el peor momento, y dejaron al general batirse en solitario con un enemigo demasiado feroz, experto en el juego sucio, y pasó lo que tenía que pasar. No se logró la derrota final de un monstruo, que aunque no venció en la batalla, quizás lo haga al final socorrido por otros monstruos más pequeños, ávidos, como él, de devorar a los cuarenta millones de habitantes de aquel país de incautos.

A los votantes que retiraron su voto al PP por no haber derogado la ley del aborto, les diré que probablemente tengamos ahora aborto libre en España.
A los votantes que retiraron su voto al PP por las excarcelaciones de etarras, por Bolinaga, por otros... les diré que ahora podemos tener a etarras gobernando nuestro país.
A los votantes que retiraron su voto al PP por no haber sido más duro con una Cataluña insumisa y separatista, les diré que quizás ahora Cataluña esté más cerca que nunca de su independencia, y tras ella el País Vasco, Galicia...
A los votantes que abandonaron a un líder que debió asumir medidas impopulares y cayeron en brazos de otro líder más joven, más guapo y más simpático, les diré que me hubiera gustado ver a ese adonis lidiando con la peor crisis que se recuerda por estos lares.

No era el momento de abandonar, no era el momento de castigos ni ajustes de cuentas. No. Era el momento de estar unidos porque sólo así un pueblo es capaz de enfrentarse a las amenazas y al infortunio. Nos resquebrajamos en el peor momento y nuestra debilidad fue rápidamente aprovechada. A algunos compatriotas les llamaría cobardes, a otros traidores, a otros colaboracionistas, a los más, ingenuos, pero el caso es que no hemos estado a la altura. Esperaba más de un pueblo con un pasado heroico, pero veo que hay páginas de la historia que han quedado definitivamente cerradas.

A esos más de tres millones de votantes que abandonaron al general en el momento en que nuestro país era amenazado por todos sus flancos, decirles... bah, para qué decir nada. La suerte ya está echada, llamadme alarmista, pero que Dios se apiade de nosotros.


He escrito con dolor el que probablemente sea mi artículo mas impopular, el que me haga perder amigos y seguidores, pero debo ser honesta conmigo misma y un escritor no es dueño de sus reflexiones ni sus emociones. Las palabras en ocasiones se escriben solas, salen a borbotones, como estas que acaban de leer.

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