sábado, 2 de febrero de 2013


El vandalismo de la izquierda ataca de nuevo


Agustín Ferrer Ortiz

No, no es el título de una película, aunque sí que los hechos parecen de película de vándalos ignorantes que al grito de atacar al PP usan todas las formas posibles rallando la línea que separa la legalidad de lo criminal.

Ximo Puig (PSPV-PSOE) , Enric Morera (Bloc-Compromís) y Marga Sanz (EUPV) deben presentar sus dimisiones con carácter irrevocable después de la puesta en escena ante la sede del Partido Popular en Valencia la noche del viernes, de la capacidad de concentración que tienen para reunir a sus gamberros, a sus perroflautas para actuar de forma casi criminal contra este partido, sobrepasando todos los límites, ya que son ellos los cabezas visibles de unos partidos que se están comportando como verdaderos anarquistas salidos de tono.

Una manifestación, una protesta puede ser una muestra de civismo si en la misma se sabe tratar el tema contra el que se quiere demostrar un desacuerdo, pero cuando estas pasan al insulto, la amenaza, el gamberrismo, el vandalismo y terminan en degeneración, pasa a ser un acto ilegal, un acto en el que la Delegación del Gobierno debe tomar medidas y usar a la policía para el menester que corresponde en estos casos, que es actuar con contundencia y proceder al arresto de aquellos que han sobrepasado el límite de lo permitido.

Nadie está conforme con la corrupción. Nadie la desea. Está demostrado que la corrupción genera descontento, desconfianza y en estos momentos, la clase política española está muy por debajo del margen de aceptación popular. Tanto el Partido Popular, el PSOE, CiU y otros tantos partidos menos significativos han pasado a ser unos monstruos traga caudales públicos y la sociedad española está harto escarmentada de estos delincuentes y por mucho que Alfonso Rus dijera que el 99 por ciento de la clase política es honrada, esta no lo está demostrando y el político debe ser como la mujer del cesar, honrada y casta, pero serlo, no solo parecerlo porque la cosa acaba en causas como el caso Gürtel, el caso de José Blanco con el tema de la trama de la gasolinera, los ERE de Andalucía, los desfalcos de la familia Pujol, los pagos a CiU o el caso Bárcenas que promete seguir siendo jugoso.

Todo esto, no es excusa para que una sociedad disconforme actúe libremente e impunemente alentada por unos jefes de partidos sin principios políticos dignos de reconocer, alentando a las masas a actuar, como ya hiciera Compromís con aquella famosa “primaveravalenciana” y que todavía trae cola y donde aquellos que sobrepasaron los límites de lo permisible deben pagar las consecuencias y esas consecuencias se traducen en medidas judiciales, como debe suceder después de este acto contra la sede de un partido, que se suma a los muchos actos sucedidos en otras sedes de otros pueblos valencianos, porque la justicia no debe ser ajena a los acontecimientos que se viene desarrollando en las calles de nuestras ciudades y nuestros pueblos.

Un acto de esta envergadura no justifica en nada el resentir o el mal humor de una sociedad empleando métodos callejeros causando daños materiales que pueden, en cualquier momento a traducirse en daños físicos contra personas ya que la línea a sobrepasar es extremadamente fina y del vandalismo a la criminalidad ya no hay límite alguno.

Las fuerzas políticas valencianas deben llegar a un pacto de no agresión y especialmente en la izquierda poner el bozal a sus perroflautas ye invitarles a que usen otros métodos legales para demostrar sus enfados, su descontento, su mal estar porque la fuerza no conduce a nada, mientras que la palabra es la mejor prueba de entendimiento y comunicación. Deben llegar también a un pacto contra la corrupción que ponga fin a estos escándalos porque hoy ha sido la sede de Valencia, mañana ¿dónde será y qué pasará?

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